sábado, 26 de marzo de 2011

Seis

DESPEDIDA.

(Muchísimas gracias a cada uno de los que me leéis y a cada comentario que me escribís, no sabéis cuánto significa para mi :) Espero tener más tiempo y no tardar tanto en publicar el próximo capitulo.)

No estaba muy convencida si debía de ir o no, pero Tarik me insistió, así que allí estábamos: Asistiendo a mi funeral.

“Podría ser peor.” Me obligué a pensar.

Estábamos alejados del grupo de amigos y familiares que parecían tan tristes como sorprendidos de estar allí, como si no se lo creyesen del todo. Yo desde luego tampoco podía creerlo. Nos habíamos sentado en el muro de piedra que separaba la tierra de los muertos con el mundo de los vivos. Lo suficientemente cerca para escucharles, pero lo bastante lejos para poder desviar la mirada y distraerme con los jardines del otro lado cuando la emoción se volvía demasiado fuerte para poder contenerla.

-Ellos necesitan despedirse de ti. Y tú de ellos.-Había dicho Tarik.

Y yo me había dejado convencer, pero una vez allí, con la mirada clavada en el suelo y las palmas de mis manos húmedas de lágrimas invisibles ya no me parecía tan buena idea. Alcé la vista al cielo. Decidí que definitivamente odiaba a ese sol engañosamente cálido de invierno. Me traía mala suerte. Había aguantado las últimas palabras de mis amigos; ver a mi madre, pálida y sin ninguna expresión en su cara que parecía haber envejecido por lo menos diez años; escuchar a mi padre romper a llorar, y a mi hermano pequeño gritarme que me despertase y aporrear mi ataúd hasta que le sujetaron.

Y ya era bastante malo saber que tenía que dejarlos a todos atrás para considerar también el daño que les estaba haciendo al irme.

-No ha sido tu culpa.-Mustió Tarik.

-Fuera de mi cabeza.-Ordené, entre dientes para controlar mi voz rota por el llanto.

Pero de algún modo me consoló. Sus palabras y la tristeza que reflejaban. Desde luego era mejor que lamentase mi muerte a que me culpase por haberme negado a ir a ese otro lado.

Dani se levantó y yo gemí. Tenía un aspecto horrible: Demacrado, los ojos hinchados y sus movimientos eran torpes y vacilantes. Y de algún modo yo le había hecho eso.

-Clara, yo…

Un sollozo le hizo interrumpirse. Luego empezó a llorar casi histéricamente. Dos amigos nuestros trataron de tranquilizarle, pero él se derrumbó sobre mi ataúd.

-¡Es culpa mía, Clara!-Gritó.-Debí sujetarte. ¡Debí salvarte! ¡Clara, lo siento! ¡Perdóname!

Por fin lograron llevárselo. Hasta que Tarik no me abrazó no me di cuenta de que yo también había roto a llorar convulsivamente.

-¿No puedo decirles que estoy bien? ¿No puedes decírselo tú?

Tarik no respondió. Me meció y empezó a cantarme una especie de nana en algún idioma que yo no conocía. Nos quedamos allí hasta que todos abandonaron el lugar, y yo me iba despidiendo de cada uno mentalmente según salían por la puerta.

“Adiós, mamá. Adiós, papá. Se que no he sido la hija que os merecéis, pero os quiero muchísimo. Ser fuertes.

Adiós, hermanito. Ojalá hubiese podido verte crecer. Cuida de nuestros padres, te necesitan más que nunca.

Adiós, Lidia, Oscar, Carlota, Ángel… Adiós, amigos. Os prometo que nunca voy a olvidaros.

Adiós, Dani… Te quiero tanto que creo que el corazón va a rompérseme de un momento a otro. No puedo verte así, Dani, no puedo…”

Cuando al fin, estando el cementerio ya vacío, el sol se fundió con el horizonte, sentí algo de calma. Mi tumba estaba cubierta de flores, muchas más flores de las que me habían regalado en toda mi vida.

-Quizá tú también quieras decir unas palabras de despedida…-Sugirió Tarik.

Lo primero que pensé fue en negarme, incluso ofenderme por esa estúpida sugerencia. Pero entonces me di cuenta de que era necesario que dejase morir a la antigua Clara, la adolescente, la estudiante, la que respiraba y vivía; para poder asumir que me había convertido en otra cosa totalmente distinta.

Me puse junto a mi lápida y acaricié con la punta de los dedos la corona de rosas blancas.

-Aquí yace Clara. Que vivió y murió, y decidió no descansar en paz.

Tarik esbozó media sonrisa y se puso a mi lado.

-Aquí yace Clara. Que le echó un pulso a la muerte y sufrirá las consecuencias de quedar en tablas.