domingo, 20 de febrero de 2011

Dos


UN PULSO CON LA MUERTE.

Era absurdo morir de esa forma. Era absurdo morir, así de simple. La muerte es algo que no está entre los planes de ningún adolescente. Y yo tenía demasiados planes por cumplir: Enamorarme, ir a la universidad, irme de casa, tener un pastor alemán, vivir en Finlandia…

Tenía toda la vida por delante, algo totalmente sólido que de golpe se había desvanecido sin dejar rastro. Como un sueño que había dejado de ser real al despertar.

No. No iba a terminar así. No pensaba permitírmelo así que no lo hice. “Despierta. ¡Despierta!” Me ordené, como si con esa orden pudiese obligarme a hacerlo. Como si con mi voluntad pudiese volver a la vida.

Evidentemente no era suficiente. Pero yo seguía existiendo. “Pienso luego existo. Sigo existiendo. Sigo existiendo…” Repetí una y otra vez mentalmente.

Empecé a asustarme. No había ninguna luz blanca, ni ningún túnel. No había nada, absolutamente nada. Sólo estaba mi esencia, amenazando con irse disipando poco a poco. No tenía ojos que poder abrir ni un cuerpo con el que poder sentir. De algún modo intuía que tenía que tranquilizarme, que tenía que dejar de pensar, de sentir... Que tenía que irme. Pero no quería. Me negaba con todas mis fuerzas a alejarme de todo lo que quedaba atrás. De los restos de mi mundo.

“No. No. ¡No!”

Me aferré a los últimos instantes vividos. Me aferré al recuerdo del dolor y las sensaciones que amenazaban con desaparecer.

La nada en la que estaba empezó a volverse inestable. Tenía que irme, sólo era una zona de paso que yo me negaba a abandonar. Hice caso omiso del sentido común y seguí resistiéndome al olvido con todas mis fuerzas. No iba a rendirme.

-¿Qué haces? ¡Tienes que irte!-Dijo una voz que no venía de ninguna parte.

“No pienso hacerlo.”

Entonces empezó el dolor, conforme recuperaba la consciencia de mi cuerpo maltrecho. Grité, un grito agónico que también tenía algo de desafío.

-No tiene que ser así.-Volvió a decir la voz, conciliadora.-Deberías buscar la paz.

-¡No!-Chillé.

La boca me sabía a sangre. Me alegré de poder sentirlo. Me entregué a cada punzada de dolor, negándome a rendirme a la nada.

-No voy a irme.-Aseguré. –Aunque el dolor y la sangre sea lo único a lo que pueda aspirar, no voy a irme.

Noté su enfado. Aguanté el sufrimiento, cada vez mayor. Era una especie de pulso entre la vida y la muerte. Yo me aferraba a la vida y esa voz quería empujarme al otro lado. Me negué. Luché con todas mis fuerzas.

-Esta bien, tú lo has querido.-Suspiró tristemente.-Pero no tienes ni idea de a lo que te estás condenando.

Entonces llegó la oscuridad, y me llevó con ella.

3 comentarios:

  1. Lo has conseguido, me he viciado a tu historia, espero que subas el siguiente pronto, un beso enorme!!! :)

    ResponderEliminar
  2. Mmmm, estoy esperando el 3º con ansia que lo sepas... xD no quiero agobiarte eh! xD

    ResponderEliminar
  3. DIOS!!! ME ENCANTA!!! SIENTO EL RETRASO, PERO NO TENGO MUCHO TIEMPO. ESCRIBES GENIAL!!!

    ResponderEliminar