jueves, 17 de febrero de 2011

Uno.

FIN (Y PRINCIPIO) DE TODO.

Si tuviese que poner un principio a mi historia, a mi vida, lógicamente sería el momento en el que nací. Y debería empezar a desenredar todos los recuerdos borrosos de mi infancia, a hablar de mis padres, de mi hermano, de los amigos que me marcaron, los enemigos que me hicieron llorar de rabia y los chicos de los que creí que serían el amor de mi vida. Pero posiblemente sólo conseguiría aburrir y aburrirme.

Mi vida era tan normal, tan divertida, tan insustancial, tan única y tan irrepetible como la de cualquier otra persona. Y yo he sido tan adorable como cualquier bebé, tan inocente como cualquier niña y tan insoportable como cualquier adolescente. No, quizá sería mejor empezar con lo que terminan casi todas las historias, el día en el que acabé tendida en el suelo con el sabor metálico de la sangre en los labios y la visión más y más borrosa mientras a mi alrededor los ruidos y los gritos empezaban a amortiguarse.

Sí, ¿por qué no? Empecemos con el día de mi muerte.

Recuerdo que era uno se esos engañosos días soleados de invierno, el cielo estaba tan claro que invitaba a salir a la calle, pero una vez fuera la temperatura era cruelmente fría. Sé que era lunes, que las clases se me habían hecho eternas salvo por los momentos en los que Lidia y Carlota me pasaban notitas con cara de poker. El tema del día era criticar al chico que había dejado plantada a Lidia. En aquel momento era lo más importante. Hoy ya no recuerdo ni su nombre.

Volvía a casa con Daniel, uno de los mejores amigos que nunca he tenido. Al contrario que la mayoría de los de nuestro grupo, a él no le molestaba que yo siguiese siendo un tanto niña, al contrario. Me defendía si se metían conmigo cuando buscaba excusas para no beber, o me llamaban cerrada por no querer liarme con el salido de turno. Me cubría las espaldas siempre que podía, ya fuese ayudándome a hacer los trabajos o convenciendo a mis padres de que me dejasen salir, que me cuidaría bien.

Era capaz de hacer cualquier cosa por mí, y hasta mucho después de ser demasiado tarde, no comprendí que era porque mientras yo seguía fantaseando con el chico de mis sueños él ya tenía muy claro quien era la chica que el buscaba. Y esperaba paciéntenme a su lado, a mi lado, a que yo por fin me diese cuenta.

Volviendo la vista atrás no se como conseguía estar tan ciega, como era capaz de hablarle de lo guapísimo y majo que me parecía algún otro. No sé como era capaz de escucharme pacientemente mientras yo le hacía daño con cada palabra.

¿Cómo fue? Aún ahora es confuso. Había demasiada gente por la acera y nos separamos para adelantarles. Caminaba por el bordillo por la curva cuando alguien me empujó. Sin querer, no lo dudo, pero yo era menuda y fue suficiente. Me tambaleé, pise algo resbaladizo y giré, cayendo de espaldas.

Hubo un instante en el que todo se paralizo, mientras caía lentamente hacia la carretera. Recuerdo que pensaba algo así como que ojalá hubiese llevado las manos fuera de los bolsillos para parar la caída. El chirrido de los frenos me llegó unos instantes antes que el golpe. No dolió al principio, simplemente noté que de pronto caía en otra dirección.

Lento, todo pasaba muy lento. Se me antojaron minutos los instantes que pasaron antes de que mi cuerpo impactase con el suelo. El asfalto me desgarró la cara. Ese fue el primer dolor que noté. Todo lo que veía era oscuridad, y estaba asustada, así que abrí los labios para gritar…

Todo lo que salió fue sangre.

El dolor me recorrió como una terrible descarga eléctrica. Cada parte de mi cuerpo chillaba de forma insoportable. Quizá el de la cabeza fuera el peor, o quizá el que sentía con más claridad. Me llegaron los gritos, y quise gritar también pero mis labios no me obedecían. Alguien me dio la vuelta provocando otra descarga de dolor por toda mi columna. Veía el cielo azul claro, con esa falsa promesa de que iba a ser un día agradable y lo odié. Veía figuras borrosas más cerca, que transmitían pánico. Mi visión era cada vez más borrosa, el dolor empezaba a apagarse, al igual que el pánico y la confusión.

“Así que esto es morirse. Así que así se acaba todo.”

Era injusto. Quería vivir. Había sido una caída tan tonta… Entonces, mientras que todas las siluetas se difuminaban, una empezó a definirse. Un hombre delgado de pelo oscuro, ojos negros y expresión triste, que se inclinó sobre mí cuando todo lo demás empezó a borrarse.

-Lo siento, pequeña.-Su voz, apenas era un murmullo que me llegó totalmente claro, y consiguió calmar mi dolor.-Créeme, lo siento tanto…

3 comentarios:

  1. Ya me he leido las dos entradas, me gusta un montón jeje. Y gracias por leer mi blog me alegro de que te guste ^^ hacía muchísimo que no sabía de ti y me ha hecho mucha ilusión xD un besito enorme,espero que todo te vaya genial :)

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  2. Hola, te he encontrado por tuenti. Jamás nadie me había enganchado tantísimo ¿Continuarás verdad? Me parece super bueno el primer capítulo. Describes muy bien el momento, fíjate que no le veo ningún fallo.

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  3. ¡Muchísimas gracias!
    Sí, seguiré escribiendo, o al menos es lo que pretendo :)
    Voy a poner links a diferentes blogs, si quereis que ponga el vuestro sólo teneis q decirmelo!

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