lunes, 21 de febrero de 2011

Tres

CONSECUENCIAS

Desperté. No me atreví a abrir los ojos por miedo a que no fuese real.

Mi cuerpo… Era consciente de cada parte de mi cuerpo. Estaba tendida sobre una superficie blanda. El dolor había desaparecido. El sabor a sangre también. No tenía frío ni calor, ni el más mínimo malestar. No tenía sueño, ni esa sensación acartonada de cuando te despiertas. Todo estaba bien, pero había algo extraño. Tan sutil que es difícil definirlo.

Me sentía liviana. Como si mi cuerpo no pesase. Como si alguien lo hubiese anestesiado. ¿Era posible que estuviese en un hospital? Abrí los ojos con cuidado. El techo de madera que había sobre mí no me sonaba. Tampoco las paredes malva, ni el gran cuadro de flores que cubría la pared de enfrente.

-Bienvenida entre los muertos, Clara.

La voz me hizo girarme instintivamente hacia el hombre que, sentado en una butaca elegante, me daba la espalda mirando hacia la ventana. Su tono de voz era profundamente amargo, y un poco malhumorado. Tardé un poco en ubicar la voz como la que me había hablado cuando estaba a punto de desaparecer en la nada.

-¿Fue real, verdad? No ha sido una especie de sueño… Me atropellaron, ¿verdad?-El pánico de mi propia voz me asustó. Examiné mi cuerpo.

Nada. Estaba perfecta. Aliviada, me llevé la mano al pecho, suspirando. No, no faltaba nada… Salvo el palpitar de mi corazón.

-Fue real. No hay marcha atrás posible. Ni tú ni yo pertenecemos al mundo de los vivos ahora.

Lo dijo sin ninguna emoción, como quien recita una frase que ha aprendido de memoria y ya ha perdido todo su significado. Me levanté. Mi cuerpo respondía perfectamente, aunque era distinto. Más etéreo. Mis movimientos eran totalmente silenciosos, y no me costaban el mínimo esfuerzo.

La habitación era tan impersonal que supuse que se trataba de algún hotel. Me di cuenta de que tras levantarme la cama seguía perfectamente hecha, como si nadie hubiese estado tumbado ahí.

-¿Qué pasó?

-Moriste.

Sentí su respuesta como un jarro de agua helada calándome hasta los huesos. Apreté los labios. Tenía que ser fuerte.

-Sin embargo seguimos aquí. En un… ¿Hotel?

Él asintió lacónicamente. Apreté los puños para controlar las ganas de agarrarle por los hombros y zarandearle, y obligarle a que me mirase.

-¿Qué somos?

-Querida, esa es una excelente pregunta.

Esperé en silencio, pero él no volvió a hablar. Me acerqué a él y le rodeé para poder verle la cara. Ojos negros. Pelo negro. Edad indefinida en torno a los veinte años. Tardé unos segundos en reconocerle.

-¡Tú! ¡Tú estabas cuando el accidente! Me hablaste…

-Y tú tuviste que complicarlo todo. ¿No podías haber dejado este mundo, como hacen todos? ¿Por qué tenías que aferrarte con tanta fuerza a esto? Ni siquiera tienes ni idea de lo que has conseguido… ¡Eres tan sólo una niña!

Parecía muy enfadado, aunque me dio la impresión de que el enfado no era sólo por mí, sino que también estaba disgustado consigo mismo. Me crucé de brazos y miré por la ventana, tratando de controlar mis propias emociones. No pensaba pedir perdón por luchar por mi vida.

-No es tu vida. Tu vida acabó hace un par de horas.

-¿Puedes leerme la mente?

Puso los ojos en blanco.

-Y tener que explicarte ahora todo… Yo no pedí un aprendiz.

-Yo no he pedido nada en absoluto.-Respondí controlando mi furia.-Esta mañana estaba pensando en qué película iré a ver al cine con mis amigos el fin de semana. En sólo dos horas todo ha dado tal giro que aún tengo que asimilar que no habrá película, ni cine, ni amigos, ni tendré que pedirles dinero a mis padres porque todo eso se ha acabado, ¿verdad? ¿De verdad pretendes que me importen tus problemas?

Él se calló, avergonzado. Yo aún estaba lo bastante furiosa para no analizar mis propias palabras y darme cuenta de todo lo que había perdido.

-¿Qué somos?-Exigí-¿Fantasmas? ¿Vampiros?

-Es complicado…

-¿¡Qué somos!?-Grité.

Conseguí que al fin reaccionase y sus ojos negros me mirasen con una profundidad que me asustó.

-Ningún humano puede vernos. Ningún mortal puede tocarnos. Podemos ser intangibles, así que sí, nos parecemos un poco a lo que tú llamas fantasma. Pero no vagamos llorando o aullando por los pasillos de los castillos. Tenemos una misión muy clara que tú también te verás obligada a cumplir.

No me sentí con fuerzas de preguntar cual era. Él se levantó para poner sus ojos a la altura de los míos.

-Somos lo que todos temen. Lo que todos odian. Los portadores de lo inevitable

-¿Qué es lo inevitable?-Me atreví a susurrar.

Él me miró con pesar. Por primera vez, su voz trató de sonar dulce.

-Lo que portamos, Clara, lo que somos, es la muerte.

1 comentario:

  1. (L) simplemente me encanta xD que sepas que es el primer blog que sigo de verdad xD

    ResponderEliminar